Juan Samuel Santos filósofo, profesor universitario y autor de la investigación ‘Mentira, poder estatal y democracia’, explica las diferencias.
Juan Samuel Santos, filósofo, profesor universitario y autor de la investigación ‘Mentira, poder estatal y democracia’, analiza este fenómeno como estrategia política y habla de sus características y consecuencias.
¿En qué se diferencia la mentira política de la mentira común?
La mentira común es cuando alguien le dice algo que cree falso a otra persona con la intención de engañarlo, y la mentira política no casa con este concepto. La primera diferencia es que la mentira política no se da entre un individuo y otro individuo, como usualmente se presenta en la mentira tradicional, y ahí es relevante cómo debe el mentiroso expresar lo que quiere transmitir.
En segundo lugar, la forma en que se habla en política, es decir, los discursos, los géneros y las palabras utilizadas en la dialéctica de la mentira, es muy diferente a la utilizada en la mentira tradicional. En política se usan palabras código, como ‘castrochavismo’ o ‘parapolítica’, que todos saben a qué se refiere, pero no es una expresión que literalmente quiera decir algo.
La tercera característica es la intención. En la mentira común, el mentiroso pretende que su interlocutor tenga una creencia falsa o diferente a la que debería tener. Pero en política sucede algo particular: los políticos mentirosos no siempre quieren que a quienes les mienten cambien de creencias, sino que pierdan su percepción de la realidad.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo, en Estados Unidos, en la segunda mitad del siglo XX empezaron a salir estudios médicos que decían que fumar tenía una relación con el cáncer de pulmón, y, por supuesto, esto no le convenía a la industria tabacalera. Lo que hizo el gremio fue dejar de hacer la publicidad que siempre hacía, que consistía en atacarse unos a otros, y contrataron científicos que desmentían los estudios que aseguraban que fumar causaba cáncer.
Lo importante ahí, y es el aspecto que quiero resaltar y comparar con la mentira política, es que la industria tabacalera no quería que sus consumidores creyeran que fumar no causa cáncer, sino que sus consumidores dudaran de la ciencia, dudaran de los científicos.
Dudando de la ciencia, lo que lograban era prevenir que cualquier otro estudio que saliera en el futuro les fuera a quitar ventas, porque se anticipaban a deslegitimar a los que están autorizados para decir que fumar causa cáncer.
Lo mismo pasa con la política, se trata de desprestigiar a los jueces que están procesando a ciertas figuras políticas o a los periodistas que investigan a equis actores políticos. La estrategia entonces no es desmentir una afirmación, sino atacar a la fuente de autoridad, en este caso, la institucionalidad, para que los ciudadanos no tengan certeza absoluta de nada.
¿Qué papel tienen las fake news?
Es una forma de mentira política. Las fake news son afirmaciones inmersas en el discurso político revestidas de la autoridad que tiene la prensa, pero que tienen un contenido falso y contemplan todas las características anteriormente nombradas.
La gente al final no sabe en qué medio confiar y terminan creyéndoles a las fake news, dejando que se despierten ciertas emociones, creencias e ideas cuando leen esas noticias.
¿El fenómeno de la mentira política tiende a empeorar con el tiempo?
Sí. Primero, se hace mucho más fácil en el sentido técnico porque las herramientas y plataformas facilitan su difusión, y segundo, porque una vez se implanta la duda, una vez se despiertan ciertos prejuicios o ciertas emociones, es muy difícil volverlas hacia atrás.
Es muy difícil convencer a alguien de que confíe de nuevo en ciertas fuentes de información y, en general, en la fuente que se desprestigió.
¿Cuáles son las consecuencias a corto y largo plazo?
La consecuencia a más largo plazo es que se acabe la democracia. Este sistema político, más que cualquier otro, se apoya en que la gente pueda hablar y discutir entre sí, y las mentiras políticas lo que logran a largo plazo es que la gente deje de confiar incluso entre ellos mismos.
Eso significa que va a dejar de acceder a la información necesaria para tener opiniones sólidas, y solo van a tener acceso a aquellas que piensen como ellos mismos, lo que causa polarización y, junto con esto, violencia, que es su efecto a más corto plazo.
Sara Valentina Quevedo
Redacción Política / EL TIEMPO